lunes, 7 de abril de 2008

En los minutos finales..

Un relato sobre el fútbol, la vida y esos momentos decisivos.

El partido dura 90 minutos, 90 minutos del deporte más hermoso del mundo, 90 minutos para vivirlos apresuradamente en busca de un objetivo (jugar bien, ganar, empatar, que sé yo). Pero esta es la historia de los diez minutos finales. Estás cansado, vas perdiendo 1-0 y es el último partido de Liga o, mejor (peor) aún: una final de campeonato. Sin embargo, estás cansado y lo lógico sería descansar y tocar el balón lentamente en busca del arco, ¿pero quien ha dicho que en el fútbol funciona la lógica?

Vas. Buscas desequilibrar, ya no tienes piernas, ya no tienes físico, tienes al público arengando por el rival, el reloj en tu contra; es en estos momentos en los que se nota el amor al fútbol y que en verdad crees en su principal postulado: el fútbol no tiene lógica y tú lo sabes. Tu cabeza llena de pensamientos, de ilusiones unas muy ambiciosas y otras realistas pero que ayudan a nunca abandonar la esperanza.

Sigues, pasas la mitad del campo y no sientes los pies. Sientes una pierna en tu tobillo y caes. Foul, te duele, en el tobillo y en el alma, pero te levantas y cobras la falta rápido. Un pase a tu compañero en busca del milagro. Te vio adelante y te devuelve el balón y disparas al arco. Se va fuera.

El arquero rival demora en el saque de meta porque simplemente ya asumió el resultado, van a ganar, así lo han decidido y tiene en sus manos el poder estar un par de segundos más cerca de la gloria. El público, tus piernas, el rival te dicen que no es necesario tanto esfuerzo pero poco te importa. El despeje del portero cae a tus pies y una pierna rival te traba, foul táctico le dicen. Ahí, en un soplo de genialidad, das un pase de 35 metros hacia tu compañero que dispara potente al arco y rebota en el arquero.

El último saque de esquina del partido y subes a meterla como sea, suben tus defensas y sube tu arquero como civiles abandonando hogares para ir a la guerra. Mil cabezazos en el área terminan con la pelota en poder de tu rival y, tras ser la pelota reventada a medio campo, te asesinan tres balas de plata que sonaron a pitazos finales.

Terminó. Tanto esfuerzo para nada. Sales del campo, todos te aplauden por dar lo mejor de ti, por haberte jugado un partidazo. Ilusos, ¿creen que por haber dado todo uno se siente bien? Tienes derecho a una medalla de plata que nada vale comparada con el oro y no quieres recibir. Lo que quieres es llorar y lo haces e intentas, sin éxito, secarte con tu camiseta sudada. Te vas a las duchas y te marchas. Larga vida al ganador.

¿Y que tiene que ver todo esto con la vida? Yo creo que si lo entiendo, y quizás me entiendan aquellos quienes han tenido, en sus vidas, diez minutos finales en los cuales buscaron desafiar, con o sin éxito, la lógica de lo que parecía inminente. Es difícil, lo sé, pero siempre es bueno intentarlo.

Gracias por leer.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

afrontar el resultado de un partido que "supuestamente has perdido"...


todo bien

negros up!

Germán Terán dijo...

"aquellos quienes han tenido, en sus vidas, diez minutos finales en los cuales buscaron desafiar, con o sin éxito, la lógica de lo que parecía inminente."

demasiado. eso merece unas olas en el estadio!