lunes, 9 de junio de 2008

Desafiando la amnesia

Un texto de ficción sobre el fanatismo y el hinchaje. Un cuento a puro fútbol. Por Jorge Barraza.*

Fue un golpe terrible; Francisco estaba en la oficina, hacía equilibrio con la silla hamacándola para atrás. La inclinaba cada vez más y se balanceaba, le provocaba una linda sensación. Hasta que perdió el control y cayó de espaldas. No pudo evitarlo y golpeó su cabeza contra el borde filoso del escritorio de atrás. Luego cayó con silla y todo al piso. Varios compañeros que primero bromeaban con él saltaron de golpe, preocupados, a ver que tenía. Les pareció un impacto severo.

“¿Te sentís bien?”, le preguntaron. “Sí”, dijo escuetamente. “¿Seguro…?” Parecía tranquilo y poco dolorido, pero nada más. No le salía sangre. Se tocó y advirtió apenas un chichón. Ya no hubo más sonrisas, terminó el momento de distensión, cada uno a su tarea.

Pero Francisco no estaba normal. Quedó como congelado, mirando sin ver hacia delante. No hablaba, no tocaba sus papeles. Sonó su teléfono, una y otra vez, no respondió. Su jefe le llamó desde el cubículo vidriado de enfrente. “Francisco…” No reaccionó. Más fuerte: “Francisco…” Nada. Dos compañeros lo miraron.

El jefe se levantó y fue hacia él, no estaba enojado, más bien irónico.

- ¿No escuchó que dije Francisco…?
- Sí-, respondió él con naturalidad.-¿Por qué…no está…?
- ¿Usted me está cargando…?
- No, señor.
- ¿Y por qué no vino?
- Porque usted llamó a Francisco.
- ¿Y usted cómo se llama…?

No pudo responder. No porque no quisiera, quedó pensativo. Qué pregunta tan tonta.

- Ehhhh…

Ahí se dio cuenta que no sabía su nombre. No se acordaba, mejor dicho. ¿Cómo era…?

El jefe advirtió algo raro. Silvia y Santiago también.

- ¿Sabés donde estamos?, le inquirieron.
- Claro, en la oficina.
- ¿Qué empresa es ésta?
- Ehhhh…
- ¿Yo como me llamo?-, continuó Silvia.
- ¿Vos…? Ehhhh…

Se dieron vuelta los tres, Silvia, Santiago y el jefe; susurraron. “Llame al médico”, ordenó el jerarca.

Lo llevaron a la casa, no conoció a sus padres. Llegaron los hermanos y nada. Tampoco su cuarto le llamó la atención. Perdió la memoria por completo. Llamaron a Sofía, la novia. Le gustó la chica, pero no se atrevió a decirle nada, no la conocía.

“Puede normalizarse en un día o en una semana; o en meses”, explicó el doctor. “No tiene daños cerebrales, es una amnesia temporal.”

Bien dicen que uno puede cambiar de esposa, de amigos, de trabajo, pero jamás de equipo de fútbol.

Pasaron cuatro meses. Familiares, amigos, compañeros de trabajo, intentaron recordarle quién era a partir de situaciones que habían vivido con él. Francisco no recordaba absolutamente nada. Su cabeza era un gran cajón vacío.

“Hay que distraerlo, no lo vuelvan loco con preguntas”, sugirió Leandro, su hermano mayor. “En algún momento va a reaccionar”. Francisco seguía igual, sumido en una profunda laxitud. Poco apetito, nulos deseos de hablar, desde luego estaba con licencia médica en el trabajo, dormía horas y horas. No quería ver televisión, ni leer, ni salir.

Había empezado la Copa y por las noches su padre y sus hermanos miraban los partidos después de la cena. Él no mostraba interés.

Un domingo por la tarde, los padres salieron a visitar a unos parientes. Los hermanos fueron a la casa de sus novias. No querían dejarlo sólo, pero él decía sentirse bien, se lo veía tranquilo. Se fueron. “No tardemos mucho”, pidió la madre. Francisco se iba a quedar recostado. “Vamos a dejarle la tele encendida, por si se levanta, para que se entretenga”, propuso la mamá.

Pasaron dos horas. Francisco se levantó para ir al baño y pasó delante del televisor, en el living. Estaban dando el clásico entre Racing e Independiente. Se detuvo, creció su interés. De pronto tomó la pelota Agüero, gambeteó a medio equipo de Racing y metió un golazo. Francisco empezó a gritar: “Goooooooolllllllll… Gol de Independiente… Agüero, Agüerito… golazo…”

Salió a la calle a festejarlo con alguien. Y ahí se dio cuenta dónde estaba, quién era. De pronto, algo le hizo crac en la cabeza y se le arregló el disco duro. Solo. Recuperó todo el archivo. Fue la camiseta, Agüero, la hinchada gritando lo que le devolvió la memoria.

Del mundo es posible olvidarse, de tu equipo no.

Gracias por leer.

* Jorge Barraza, cronista argentino, es uno de los periodistas deportivos más respetados en Sudamérica con más de 30 años en el ejercicio de dicha profesión. Colabora escribiendo en sus columnas de los diarios El Tiempo de Colombia y El Comercio de Perú así como en la página web de la Confederación Sudamericana de Fútbol. El presente post fue publicado con el permiso del mismo Barraza a quien le mando un saludo desde Perú. Cualquier consulta o comentario que quieran hacerle pueden escribirle a jbarraza@uolsinectis.com.ar

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